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Advenimiento de las Sectas en los 70"
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suicidios sectarios en el 2000
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La Negación del Yo
©
Enid Miranda Matos
La ‘Negación del Yo’ es una
técnica de persuasión frecuentemente utilizada por los
cultos peligrosos, pero apenas se menciona en los estudios y
publicaciones que tratan sobre las estrategias de dominio y
control mental. Es una de las herramientas más poderosas y
eficaces que suelen utilizar los líderes sectarios para
someter a sus adeptos. Consiste en convencer al adepto de
que, para merecer la aceptación del líder y el grupo, debe
negarse a sí mismo como individuo único con características
específicas: sus necesidades particulares, sus gustos, sus
propiedades materiales, sus pensamientos más íntimos, sus
maneras de ver el mundo quedan en un segundo plano o,
sencillamente, se niegan. Incluso las relaciones
interpersonales que no han recibido la aprobación del líder
deben negarse. No hay individuo, el sujeto no existe. Sólo
existe el grupo y su cabeza pensante es sólo uno: el líder.
Los demás no deben pensar, sólo obedecer.
Algunas religiones históricas que no se consideran grupos
peligrosos, como el cristianismo y el budismo, también
predican la negación del yo. En el cristianismo, por ejemplo,
la negación del yo es exigida por El Cristo como requisito
indispensable para salvarnos y alcanzar la vida eterna. Así
se expresa claramente en Lc.9:23: "Si alguno quiere venir
en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y
sígame.” ¿Cuál es, entonces la diferencia entre la
negación del yo predicada por grupos peligrosos y lo que se
predica en las religiones históricas? Tomemos el
cristianismo como punto de referencia y examinemos las
diferencias y semejanzas, si algunas.
En el cristianismo la negación del yo surge de una relación
personal e íntima con Dios, al amparo del amor, la
misericordia y la aceptación del sujeto. Este mensaje hace un llamado a responder con heroísmo ante cualquier situación que atente contra la Fe, el amor hacia Dios y a sus semejantes. La respuesta es una individual, que surge del amor y la caridad, no
de la opresión de un ser humano hacia otro o hacia un grupo de personas,
por la razón que sea. En todo momento el mensaje cristiano exalta
al máximo el valor de la caridad y de la compasión, catalogándolas como las más preciadas de las virtudes.
El mismo mensaje, más adelante
también
señala que ningún ser humano tiene supremacía sobre ningún
otro, sino que todos deben considerarse y tratarse
compasivamente, de parte y parte. En ningún momento estas palabras hacen referencia al privilegio de imponer exigencias o cargas pesadas sobre ningún semejante, para someterles al sufrimiento, con el fin de ayudarle a crecer espiritualmente, al negarse a sus propias necesidades. Las emociones y los sentimientos son la causa y origen del sacrificio; como consecuencia resultante surge siempre un sentimiento de satisfacción en la persona. Así la persona falle en su intento heróico de sacrificarse por decisión propia y por amor, el sujeto sigue siendo un humano amado por Dios y respetado por sus semejantes. Nadie pierde su dignidad porque es natural y completamente HUMANO. En los cultos
peligrosos, por el contrario, la negación es impuesta desde
el exterior, no surge del convencimiento propio, personal e
íntimo. Surge de la presión desbocada del líder, quien se
apoya en su grupo de seguidores como el coro de una tragedia
griega. Aquellos que cometen una falta o fallan en el
proceso son penalizados con burlas, rechazos y humillaciones
que denigran y condenan a la persona.
En el cristianismo, la negación del yo trae como
consecuencia la liberación del sujeto, quien mantiene su
pensamiento crítico y por tanto puede distinguir entre el
camino de la salvación y el de la no-salvación. El creyente
cristiano, al negarse a sí mismo ha realizado un acto
voluntario y libre cuya sanción es siempre la paz interna.
En los grupos sectarios peligrosos, sin embargo, la negación
del yo es la reacción del sujeto a huir de las constantes
humillaciones, burlas y obligaciones cada vez más pesadas e
indignantes que lo someten a un proceso de deshumanización.
Negarse a sí mismo es para el adepto sectario el único
camino para ser considerado dentro del grupo como uno más,
eliminando toda humillación y burla hacia su persona. Sin
embargo, la sanción es el miedo y el espanto, nunca la paz.
Tampoco hay liberación, hay sometimiento. Sólo queda
obedecer al líder y no a sus propias tendencias, necesidades
y pensamientos.
La consecuencia que se sigue de la negación del yo en manos
de las sectas es la total despersonalización del adepto. La
persona deja de ser importante para sí mismo. Tan sólo la
secta y su misión son importantes. “Yo no existo”, carezco
de personalidad, sólo existe la secta como único camino
hacia la felicidad y realización. El adepto queda convencido
de que la práctica de negarse a sí mismo es un camino seguro
para lograr alcanzar a Dios. Pero sólo puede seguir a Dios a
través del líder y no a través de una relación personal e
íntima con Dios.
Como cualquier estrategia conducente al dominio mental y
psicológico, la “negación del Yo” se practica dentro de las
sectas “a puerta cerrada” y en secreto. El sujeto debe
primero pasar con éxito algunas pruebas que, a modo de
iniciación, se proponen al adepto. La característica
principal de estas pruebas es la demostración de lealtad
ciega y absoluta al líder. Por eso, mientras más absurdas
sean éstas, más importante, se dice, es el sujeto que las
debe realizar. Sólo cuando el adepto ha demostrado
fehacientemente su lealtad y fidelidad al grupo y al líder,
comienza el proceso de negación del Yo.
En algunos grupos, el proceso de negación comienza con una
exigencia simple que en apariencia no tiene nada de
peligroso: se le solicita al sujeto que cambie su nombre
propio porque, se alega, dentro del grupo es otra persona,
una nueva persona. Se le asigna un nuevo nombre más acorde
con su nueva vida sectaria. Más tarde se le prohibe tener
propiedades personales, o utilizar la palabra “yo” al hablar.
Los adeptos tan sólo pueden identificarse como servidores, ‘su
servidor’, ‘éste servidor’, etc., evitando al máximo hacer
referencia a su persona. Algunos líderes han llegado a
asegurar que la primera palabra que salió de la boca del
diablo fue ‘Yo’, porque el ego es un montón de Yoes-diablos.
El adepto se convence de que sólo si se niega a sí mismo, se
somete y trabaja arduamente por los objetivos impuestos por
la secta y el líder, alcanzará el nivel espiritual prometido.
Se le motiva continuamente a alcanzar el respeto, la
admiración y hasta la veneración al líder; y esta motivación
se convierte en necesidad de recibir la aprobación del grupo.
Contrario a esa aprobación, el adepto recibe maltratos,
menosprecios y humillaciones porque nunca hay manera de
igualar al Jefe del Rebaño. Poco a poco, el adepto se
concentra en hacer sólo lo que le es asignado, sin protestar
o considerar nada más. El ego de un adepto fortalecido
espiritualmente está muerto y, como se supone que está
plenamente identificado con Dios, todo mandato lo debe
realizar sin perturbarse emocionalmente.
A través de la negación del yo, el adepto va doblegándose y
renuncia a sus propios sentimientos, suprimiendo sus
necesidades emocionales y psicológicas, lo cual engendra
ansiedad. Mientras esto ocurre en la vida íntima del adepto,
el líder procura presionarlo sólo lo necesario porque sabe
que una ansiedad extrema no es deseable. Por lo menos, no es
deseable hasta que el sujeto manifieste una entrega total a
su mandato y lo reconozca como único líder. Con una ansiedad
correctamente dosificada, el adepto responde de manera dócil
a los deseos del líder. Así, el líder podrá humillarle sin
temor a reacciones de rechazo y hasta podrá utilizar su
ejemplo para intimidar a cualquiera que intente incurrir en
alguna conducta no deseada.
Dentro de las sectas y bajo el manto del secreto, la
enseñanza de la negación del Yo se fundamenta en la idea de
que el humano debe deshacerse de todo lo que se interponga
con la voluntad de su Dios. Pero como la voluntad divina
sólo la conoce el líder supremo, el adepto depende
enteramente de él para conocer los designios de Dios.
Las sectas aspiran a sustituir el pensamiento crítico y
analítico por uno de obediencia dócil y ciega. Por eso se
esfuerzan en controlar toda fuente de información. Saturan a
los adeptos con actividades que le ocupan tiempo y
concentración. Con la ayuda de las técnicas, el adepto
termina viendo y escuchando lo que el líder desea que todos
vean y escuchen. El adepto deja de tomar decisiones, incluso
las más comunes. En lugar de un comportamiento autónomo, lo
que los cultos intentan fortalecer es la sumisión, la
dependencia física y psicológica respecto al líder.
Enid
Miranda, Ph. D.
Entrevistas radiales:
(1) ¿Cómo definir e identificar una
secta?
(2)
Características de un líder
sectario y manipulación a través de la Fe
Doc. Filosofía Pura,
Especialista en Antropología-Etnógrafa
Directora y Coordinadora del
Programa Doctoral en Filosofía y
Ciencias de la Conducta y Sociedad, desarrollado por convenio
entre la Universidad Complutense de Madrid, España y la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico,
desde el 1998.
36 años de experiencia como catedrática
Conferencista Sobre el
Fenómeno Sectario en EUA, Méjico y España Premio Medalla Internacional
Complutense de Madrid, 2007 Reconocimiento Labor Académica – Cámara de
Representantes de Puerto Rico
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Last changed:
01/16/09
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