Nunca se presenta con su nombre verdadero, esquiva las fotografías y las
apariciones públicas. Habita una casa de tres plantas en Villa Carlos Paz, a
pocos metros del lago San Roque. Se hace llamar maestro Mehir, es un gurú de 53
años y sus seguidores –que pagan para permanecer a su lado– están convencidos de
que es la reencarnación de Cristo.
Tierra de leyenda. Cualquier
caminante del centro de Villa Carlos Paz puede verlos. Son hombres jóvenes,
vestidos completamente de negro, barbudos y con el cabello largo. Pasan las
tardes sentados en bares, conectados a una notebook .
Son los “guerreros” del maestro Mehir, que están estudiando las lecciones del
gurú y arreglando operaciones comerciales por Internet, para sostenerse
económicamente ellos y el grupo.
La gran mayoría de los discípulos es de Capital Federal. Los contactaron en la
Escuela de Conocimiento Yen, que funcionó hasta hace dos años en el 5.295 de la
avenida Corrientes, (Villa Crespo). Las mujeres aprendían danzas árabes; ellos,
artes marciales.
Llegaron a Córdoba por primera vez siendo veinteañeros, invitados a participar
de cursos con nombres extraordinarios. El tono de los llamados era irresistible:
“Descubra el punto en el que pasado, presente y futuro se funden. Anímese a
explorar el misterio, descubra la leyenda, viaje más allá de todo lo conocido,
anímese a una aventura legendaria en Tierra de Leyenda. Le proponemos vivir un
fin de semana diferente, un magnífico hotel en las montañas más antiguas del
planeta, un río sagrado que ha conservado su pureza a lo largo del tiempo, un
descanso para el cuerpo y el alma. Exquisita gastronomía basada en los
principios de la nutrición, y un espectáculo de arte objetivo en el Teatro
Mágico, con más de 50 artistas en escena. Anímese a explorar el misterio.
Anímese a una aventura legendaria”.
Cuando bajaban en la terminal de ómnibus de Carlos Paz, los esperaba una combi
que una hora después, luego de pasar por Tanti y Alto El Durazno, abrir dos
tranqueras y recorrer a los tumbos un camino de tierra, los depositaba en un
solitario lugar junto al río Yuspe: la Escuela Sil-Lim. Allí, en ese paisaje de
piedra, Mehir construyó un hotel con habitaciones temáticas (hindú, árabe,
etcétera) y un amplio teatro con vestuarios y habitaciones, llamado Mágico,
nombre que tomó de la novela El
lobo estepario , de
Hermann
Hesse.
Los invitados pasaban tres días en el lugar y, al final de los cursos, sus vidas
ya no eran las mismas: sentían la gloria de haber encontrado un mesías, un ser
de luz, que los ayudaría a librarse de la existencia aburrida e incompleta que
llevaban, y los despertaría a una nueva dimensión espiritual.
Un discreto mesías. Muy pocos
conocen que el verdadero nombre del maestro Mehir es Mario Darío Indij. Nació el
10 de mayo de 1958, tiene 53 años, es barbudo, pelilargo y viste de negro. A sus
discípulos, les cuenta que, cuando tenía 3 años, un monje chino tocó la puerta
de su casa y le dijo a su madre que se lo llevaría para formarlo. El monje “le
hizo recordar lo que ya sabía”, a los 5 años tenía un grupo de amigos a los que
entrenaba y a los 14 contaba con una docena de adeptos.
Menos místicos, algunos seguidores cuentan que era profesor de karate en el Club
Platense, de Buenos Aires, donde conoció a la hija de un dirigente, la que luego
se convertiría en su actual esposa.
A Mehir no le gustan las notas ni las fotos. Un fotógrafo de este diario lo
encontró de casualidad el martes pasado, leyendo concentrado en la barra de un
bar céntrico de Carlos Paz. Pero antes y después no fue posible conseguir
siquiera que rechazara el pedido de entrevista: no estaba en su campo, ni en su
casa cerca del lago, ni en su parrilla Lucero del Alba, ubicada junto a la ruta
38. De los teléfonos aparecidos en las páginas web de su grupo, luego de
inútiles pedidos de entrevista, sólo llamó ayer una mujer, que no se quiso
identificar, amenazando con realizar un juicio contra este diario si se atrevía
a publicar “cualquier tipo de nota” sobre ellos.
Esta reserva es la que habría permitido a Mehir, durante más de una década y
según los testimonios, haber tenido a su merced a numerosos jóvenes que llegaron
buscando una aventura espiritual pero acabaron enredados en un infierno. Este
diario habló con 11 personas, de diferentes provincias y ciudades, que relataron
los padecimientos que se viven en lo que, no tienen duda, es una secta con
características destructivas. El máximo especialista argentino en el tema,
Alfredo Silletta, la ubica dentro de los grupos esotéricos llamados del Cuarto
Camino, seguidores del ruso Ivanovitch Gurdjieff.
A Mehir no sólo le gusta comer y beber muy bien, sino que también mantiene una
muy activa vida sexual. Gracias a su posición de líder espiritual, elevado al
nivel de un Jesús o un Buda por sus adeptos, mantiene relaciones con cualquier
mujer que desee del grupo. Según el conteo que hicieron los ex discípulos que
hablaron con La Voz del Interior , varios de los cuales estuvieron muchos años
en el grupo, Mehir sería el padre de 17 hijos, que van de los 4 a los 27 años,
de los cuales tres tuvo con su esposa.
Ex discípulas que fueron convencidas por Mehir para que se acostaran
frecuentemente con él como una forma de crecimiento espiritual, contaron que el
gurú jamás utiliza preservativos, por lo cual los embarazos son cosa cotidiana.
Además, muchas de las mujeres, y luego sus parejas masculinas, terminaron
contagiadas con el virus del papiloma humano (VPH) –una enfermedad en general
sin consecuencias graves– que dicen les transmitió Mehir. “Una mujer que hace de
médica dentro del grupo nos decía que nuestros dolores se debían a cuestiones
psicológicas, pero cuando escapé y fui a la ginecóloga, me confirmó que se
debían a los quistes creados por el VPH”. Otra de las ex adeptas está segura de
que la enfermedad se la contagió su maestro, porque recién estaba teniendo sus
primeras relaciones.
Guerreros y brujas. Es
llamativa esa expansión física de Mehir con sus seguidoras si se considera que
el libro central del grupo –escrito por él, según cuenta a sus adeptos– se
titula Brujas .
La obra podría definirse como un gigantesco tratado de misoginia, una
enciclopedia del odio hacia las mujeres.
Es un libro extenso e increíble, en el que Mehir dice que todas las mujeres, sin
excepción, así sean niñas de 4 años o premios Nobel, nacen y mueren brujas.
Entiéndase esto como que son seres totalmente despreciables, preocupados sólo
por “extraer” el semen de los hombres y conseguir un sostén económico, a costa
de, después, arruinarles la vida. Las brujas tienen malos olores, hablan de
manera vulgar, carecen de inteligencia, son origen de todas las formas de
perversión, consumistas, con tendencias lésbicas y vampirizan todo lo que tocan.
Aunque dicho así resulte inverosímil, esa creencia se hace carne entre los
miembros del grupo. Los hombres desconfían de sus parejas porque, ya lo dice el
maestro, mienten siempre y quieren perjudicarlos.
Las mujeres saben que tienen un único camino para dejar de ser brujas:
entregarse al maestro, que las ayudará a elevarse espiritualmente y aproximarse,
aunque nunca con suficiente éxito, al máximo estado al que pueden aspirar:
sacerdotisas.
Los ex discípulos del maestro Mehir relatan con tristeza lo que vivieron en la
secta. Algunos de ellos se están recuperando gracias a la ayuda de especialistas
de la Red de Apoyo de Víctimas de Sectas, de Puerto Rico. Otros contactaron al
abogado rosarino Héctor Navarro y tienen previsto presentar una denuncia penal
contra Mehir, por varios presuntos delitos.
Algunos padres que tuvieron o tienen hijos en el grupo hicieron hincapié en otro
costado de Mehir: “Está haciendo una fortuna gracias a los discípulos”, afirmó
el padre de un muchacho que abandonó el grupo.
A principios de este año, cobraba 1.800 pesos por mes a cada uno, para
permanecer junto a él. Algunos, dueños de empresas, pagan tres mil y hasta cinco
mil pesos mensuales.
Además, Mehir cobra multas de miles de pesos a los seguidores cuando cometen
pequeñas desobediencias. Responderle mal, contradecirlo o, por ejemplo, mirar
fijamente cuando él toca a algunas de las mujeres durante una cena, puede
significar una multa de dos mil pesos, a pagar antes de la medianoche. Si no
pagan, deben decir adiós al grupo, al maestro y a toda posibilidad de
convertirse –ellos– en guerreros o de abandonar –ellas– la condena imperdonable
de ser “brujas”.