Castigos corporales severos. Obediencia
ciega al líder. Silencio
absoluto. Quienes que se acercan a algunas sectas
religiosas buscando sustento espiritual pueden
encontrar sorpresas desagradables.
Por Gloria Ruiz Kuilan /
gruiz@elnuevodia.com
De
rodillas, con la cabeza cubierta por un paño negro,
los brazos extendidos y una vela en cada mano, una
monja y un cura pedían perdón por sus “fallas” ante
el liderato de la Misión de la Virgen del Pozo en
Sabana Grande. El silencio sólo era interrumpido por
los gemidos de la monja -que empapó el paño con sus
lágrimas- y el llanto de la madre del cura, que
estaba presente. ¿Qué habían hecho que requiriera
tal sometimiento? Sólo el líder de la secta, el
llamado vidente
Juan Ángel Collado, lo sabía. Era un misterio
para sus seguidores, pero ninguno osaba indagar.
Igualmente, sólo el líder decidía si el
arrepentimiento era genuino o no. El “rito de
súplica”, o penitencia, se cumplía cada vez que un
miembro de la secta no cumplía con sus tareas,
cuenta Ana Colón, quien perteneció por tres años al
grupo fundado por Collado. Este alegaba que la
Virgen María se le había presentado durante 35 días
consecutivos cuando él era un niño de ocho años y le
había enviado “mensajes” que él debía difundir. Ana
Colón puede hablar ahora sin trabas. El miedo y el
pánico a ser “condenada y perder el alma” la
mantenían sumisa y leal. La intimidación le impedía
cuestionar, analizar y mucho menos, abandonar el
grupo. Y esa es la norma de cualquier secta para
mantener cautivos a sus adeptos.
El
silencio es otra norma. Hace alrededor de un mes, un
juez de Texas determinó que 416 niños que permanecen
bajo custodia de las autoridades tras una redada en
las instalaciones de la Iglesia Fundamentalista de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, una
secta
polígama, están en riesgo de abuso sexual y
deberán seguir bajo vigilancia policial por tiempo
indefinido. Las madres pertenecientes a la secta no
han querido dar información a las autoridades.
Si los sacrificios, los castigos y el miedo están tan presentes, ¿por qué
decenas de personas deciden formar parte de sectas? ¿Por qué optan por seguir a
un líder que los impulsa a entregar sus propiedades -como en el caso de la secta
del reverendo Sun Myung Moon-,
aislarse de sus familias, cambiar su manera de vestir, pensar, vivir, comer y
hasta hacerles creer que tendrán junto a él o ella beneficios inimaginables
porque es el profeta, el mesías o el elegido? ¿Qué los hace ser tan vulnerables
y fieles hasta el punto de quitarse la vida si se les ordena, como ocurrió
trágicamente en la
Masacre de Guyana
en 1978?
Las
sectas no son un fenómeno ajeno a nuestra Isla. La etnógrafa y experta en
sectas,
Enid Miranda, asegura en su libro titulado
‘Las sectas que nos invaden’, que en Puerto Rico hay más de mil. Algunas
manifestaciones recientes del fenómeno:
- En el 2005, una secta mariana estremeció a la Iglesia Católica porque su
líder,
Edwin González Concepción, hacía
creer que los suyos eran el “pueblo elegido” y el papa Benedicto XVI era el
Anticristo. Junto a decenas de hombres y mujeres que se le unieron en Aguada fue
excomulgado de la Iglesia Católica.
- En el 2004, varios seguidores del
pastor Luis J. Laborde Salas, creador de “La Voz del Tercer Ángel” en
Utuado, se quedaron con el cadáver por varios días en espera de que resucitara.
- Este año murió en prisión el pastor José
Candelario Ayala, condenado por violar a una niña de
12 años como parte de un supuesto rito de compromiso
con Dios.
- En el caso más notorio, el Ministerio Internacional Creciendo en Gracia,
liderado por José Luis de Jesús Miranda, el puertorriqueño que se ha
autoproclamado “Jesucristo Hombre”, cuenta con miles de seguidores en Puerto
Rico, Latinoamérica y Estados Unidos.
Enid Miranda cuenta que conoció “un líder sectario,
cerca de Salinas, que aseguraba que había venido en
una cápsula tipo Tylenol y se le insertó en la
vagina a su madre terrestre”.
El fanatismo al que llegan muchos de los adeptos, explica por su parte el
sicólogo clínico, José Bestard, les hace defender a su líder ciegamente pese a
que hayan creencias contrarias a la razón, denuncias de abuso sexual o hasta la
comisión de delitos. Incluso pueden ver el maltrato y la agresión física “como
una filosofía dentro de ese movimiento”. “Si el líder tiene sexo conmigo lo ven
como bueno, como un privilegio y así hay muchas sectas en Estados Unidos. En
Puerto Rico se da con el pastor y si es con el pastor no es problema, porque él
es el pastor. Eso es fanatismo”, recalca Bestard.
En el plano legal hay un agujero con respecto a las
sectas, dice Miranda. Hasta que no se pruebe que
hubo la comisión de un delito no son procesables
ante la justicia. “Cuando una persona logra salir de
una secta tiene unas huellas y un temor que no le
permite acudir ante las autoridades. Tiene que tener
un tiempo para sanar. En lo que eso sucede
prescriben los posibles delitos”, dice la etnógrafa.
La mayoría de los adeptos son mujeres, ya que culturalmente se les enseña a ser
más espirituales y emocionales que los hombres, indican la siquiatra y la
etnógrafa. Asimismo, las mujeres tienden a buscar ayuda más que los hombres
cuando tienen problemas.
Líderes que manipulan
“Soy un pensador. Soy su cerebro. Si quieren unir su
esfuerzo al mío, lo harán obedeciéndome
estrictamente. Porque lo que yo hago, no lo hago a
ciegas, es bajo el mandato de Dios. No habrá quejas
ni objeciones por lo que deberá hacerse, hasta que
hayamos establecido en la Tierra el Reino de Dios”.
Quien así se dirige a sus seguidores es el coreano Sun Myung Moon, líder de la
secta que lleva su nombre. Moon ejerce tal control sobre sus acólitos que les
hace entregarles todos sus bienes y hasta les indica con quién debe casarse cada
miembro de la secta.
Sin embargo, ese otro lado de la moneda, muy
distinto al del consuelo espiritual, no se conoce de
golpe. Ana Colón cuenta que la persona que la
reclutó para la
Misión de la
Virgen del Pozo le habló de las bondades de
rezar y los atributos de la Virgen. Hasta llegó a
invitarla a cenar y a darle obsequios. Nunca le
advirtió de los $40 que tenía que pagar semanalmente
o de los castigos a los que sería sometida si no
cumplía.
“Estas personas son auténticos encantadores de serpientes”, dice
Enid
Miranda. “Te engañan y no te lo van a decir. Te enamoran. Persiguen el poder
económico, pero también el poder por el poder mismo”.
Poseen una personalidad simpática, un verbo fluido y
seguidores que los ayudan a obtener sus propósitos.
Buscan conocer las debilidades, intimidades y
sentimientos de sus fieles y procuran el
aislamiento, para mantener control y obediencia.
“La programación sicológica se consigue a base de controlar lo que comen (los
fieles). Se bajan las dosis de carne, de cosas que te puedan dar calorías, para
que no estés alerta. Se limitan las horas de sueño y hay quienes dan brebajes o
somníferos”, dice Miranda, quien es también catedrática de filosofía de la
Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico en Ponce.
Entretanto, tres religiosos
consultados reconocen que las distintas iglesias
fallan, al permitir que exista una gran brecha con
el pueblo que propicia que sean carnada fácil de las
sectas. Por ende, admiten que deben educar
más sobre este tema y, sobre todo, atender
“directamente” las necesidades espirituales y
emocionales de la gente.
“No hemos crecido espiritualmente al nivel que hemos crecido científica y
económicamente”, puntualiza el padre Willie Peña, de la parroquia Santa
Bernardita de Río Piedras.
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