|
Iniciacion secta 'Mision' Virgen del Pozo
<<Caso ejemplar que reune varias Técnicas de Persuasión
Coercitiva>>
El acoso mental en la Misión es
bien fuerte. Es como se encontrase en un campo de concentración de un
ejército nazi. Para entenderlo hay que comprender cómo es posible que
una víctima de abuso familiar se quede callada y no diga nada a nadie
por años. Lo que pasa es que cada vez que trata de hablar es fuertemente
reprimida y amenazada. En la Misión el sentido de autoestima queda
totalmente destruído. Las personas que entran usualmente llegan
motivadas por un deseo de acercarse más a Dios y experimentar la
fantasía divina al cual el vidente les invita, que él elabora basada en
la historia vida de los santos. Para todos él es un ser escogido
por Dios, un santo que tiene el privilegio de hablar con la Virgen, así
como lo hicieron los niños de Medugorie y Fátima. Las personas que
entran al grupo son bien espirituales o se encuentran en un momento en
sus vidas en que necesitan de un encuentro más cercano con Dios.
Antes de entrar lo que se dice es
que la ceremonia de entrada es una hermosa promesa que se le hace a la
Virgen. Cualquier cristiano católico Mariano está dispuesto a hacerle
promesas a la Virgen, por lo tanto es algo que no se cuestiona.
Día de La Promesa
La ceremonia de iniciación es bien
temprano en la mañana y se va en ayuno, comienza con unas oraciones, el
rosario y un pequeño y profundo retiro que lo da el vidente. El rosario
se reza básicamente en la misma forma en que se reza el rosario católico,
con la única diferencia en que se incluye la oración de la Llama y una
letanía a la Virgen del Pozo al final de cada misterio. Desconozco quien
preparó la oración de la Llama. La oración de la Llama no es incluida
cuando se reza con los devotos, es una oración privada de la Misión, con
las únicas personas que se puede compartir es con los candidatos a hijos
espirituales en las reuniones privadas que cada promulgador tiene que
tener en su hogar.
LLAMA DE UNA NUEVA GENERACION
Llama de una nueva generación, Hija del Padre, de quien recibiste la Gloria al nacer Inmaculada, libre de todo pecado y del pecado original; Madre del Hijo, junto al cual alimentaste la llama del amor que es semilla de las virtudes necesarias en una nueva generación; Esposa del Espíritu Santo, de quien recibiste la gracia y la sabiduría de la creación. Madre y Reina, Nuestra Señora del Rosario del Pozo de Sabana Grande, crea en nosotros hijos de una nueva generación, al servicio del Redentor. Edúcanos y formanos como semilla digna, como pedido de Nuestro Señor. En cambio me consagro a Ti en este día y pongo a Tu servicio todo mi cuerpo, mi energía, mi alma y todo cuanto poseo para luchar con todo mi ser en la formación de hijos tuyos. Que las gracias intercedoras de tu promesa nos guarden para la vida eterna. Amén.
Letanía después de cada misterio del Rosario:
“De la mano de María el camino hemos de
recorrer que por las enseñanzas de Cristo al Padre hemos de ver, Virgen
del Pozo, Ruega por nosotros.” Ave María Purísima, sin pecado concebida."
Juan Angel Collado Pinto tiene un don para hablar
tremendo. El habla del amor a Dios y produce en todos los que le
escuchan un sentimiento de culpa e inmenso deseo de quererle devolver a
Dios el amor que él se merece. Ese día el vidente le advierte a los
candidatos que la Misión es tan sólo para personas muy especiales y
valientes, escogidas por la Santísima Virgen María y que estar allí es
un privilegio. Les advierte que sería bien difícil permanecer en la
Misión y que tan sólo aquellos que estén dispuestos a dejar su piel, dar
sus vidas por amor a la Virgen y Dios, deben entrar a ella. Luego les
dice que en esos momentos se les está dando la oportunidad de levantarse
e irse, antes de comprometerse con la promesa porque no hay vuelta atrás,
pues la promesa es para toda la eternidad y que todos los que no la
cumplan tendrán que darles luego cuenta de ello a Dios. Que mientras más
conozcan más se comprometen y más culpable se hacen; porque se hacen
responsables, porque antes no sabían y ahora saben. Así que no hay
excusa para no cumplir.
Juan explica que durante los días
de las apariciones, cuando era niño, un día detrás de la escuelita la
Virgen hizo una especie de ceremonia sobre él. Esa ceremonia sería la
ceremonia de reclutamiento de todos los integrantes de la Misión.
Consistía en una mesa donde estaba colocado un vasito lleno de tierra
con un palito de madera en el centro con el mensaje impreso en el palito
"Te Amo, Amame" y un vaso de agua. Ese palito se lo
pasó la Virgen sobre siete puntos de su cuerpo y luego le hizo una
petición bien larga. El nunca explicó si la Virgen le pidió que hiciera
también lo del juramento que se hace sobre la Biblia. Juan reclutó así a
los primeros miembros y creo que a esto le añadía lo de quemarles las
muñecas, dando la impresión de estigmatizados. Algo que ya no se hacía
cuando yo entré y mientras estuve en la Misión. En un momento dado dado,
antes de que yo entrara, él decidió que las Columnas realizaran parte de
la ceremonia. En todas las ceremonias en que estuve presente las
Columnas realizaban lo de los maderos y la tierrita. Nos ponían de
frente a todos los promulgadores con la mesa preparada con los palitos y
los vasitos de tierra de cristal (los mismos que se usan para las velas
pequeñas en las Iglesias) y agua. Cada una de las Columnas tomaba el
palito de madera, los mismos que tienen las paletas de helados, quemando
uno de sus extremos antes de marcarnos con la parte quemada una cruz en
los 7 puntos de nuestro cuerpo. Cada Columna de Representación tenía
asignado un punto del cuerpo. Cada Columna tenía asignada un punto del
cuerpo y al terminar de hacer la señal de la cruz con el palito quemado
mencionaba unas cuantas cosas diciendo que eso era hecho por parte de su
Representación. Los puntos eran la frente, la boca, los antebrazos, las
manos y creo que los piés. Luego el vidente lee en un panfleto la
petición que la Virgen le hizo cuando era niño, detrás de la escuelita.
Es tan y tan largo que es imposible para alguien se acordarse de todas
las peticiones de la Virgen. La petición que más recuerdo es una que él
siguió recalcando repetidas veces en sus charlas a los promulgadores, la
que hace referencia a que jamás deberán decirle a nadie, cualquier
secreto que voluntaria o accidentalmente les haya sido revelado.
Obviamente la situación es
intimidatoria. ¿Quién va a pasar la vergüenza de levantarse
a irse delante de los demás? En adición a que todos los que llegan al
grupo lo hacen porque
les gustaría compartir el hermoso privilegio del cual tanto les hablan.
Después de que cada postulante es
marcado con el madero quemado, uno de los líderes presenta la Santa
Biblia y pide a cada postulante a que con su mano sobre la Biblia diga “yo”,
su nombre y luego “lo juro”, uno detrás de otro, en cadena. Todo
pasa en forma tal que la persona sencillamente hace el juramento y luego
se cuestiona que fue lo que juró. Obviamente mentalmente la persona
brinca a la conclusión de que no importa el motivo o lo difícil que sea
pertenecer a ese grupo, no debe haber excusa o razón para salirse del
mismo. Prácticamente todos terminan pensando que juraron ser
promulgadores y miembros de la Misión para siempre.
Cuando hice el juramento pensé que
no debía preocuparme porque la Misión me llevaría a cumplir con la
voluntad de Dios. Lo único que yo sabía era que por nada del mundo,
durante toda mi vida, jamás debía salirme de la Misión, por el juramento
que había hecho sobre la Biblia y tenía claro que si rompía ese
juramento me condenaría inevitablemente en un pecado terriblemente
mortal. Así lo veía, porque jamás lo hubiese hecho, sino hubiese sido
porque Juan por mandato de la Virgen María, había hecho que yo como
todos los demás postulantes juráramos sobre la Biblia.
Si hubiese sabido eso antes de
entrar, jamás hubiese entrado en la Misión, pues hubiese tenido tiempo
para analizar lo que conlleva tal iniciación, recordando que el mismo
Cristo dice a través de los Evangelios: San Mateo 5,34-39: "Pues yo digo
que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de
Dios, ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por
Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. Ni tampoco jures por tu
cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o
negro. Sea vuestro lenguaje: "Sí, sí"; "no, no": que lo que pasa de aquí
viene del Maligno."
Luego nosotros, los nuevos
promulgadores, con un vasito en cada mano, el de la tierra con el madero
quemado enterrado en el centro y el vaso de agua en la otra mano,
pasamos a sentarnos con los demás promulgadores, en la primera fila de
asientos, que nos habían dejado reservada. En ese momento se nos informó
que con los palitos nos estaban realizando un exorcismo. Se nos dijo que
el vaso de plástico desechable con agua tenía agua del Pozo de Sabana
Grande. Juan explicó que el vasito con tierra lo teníamos que conservar
hasta el día de nuestra muerte. Que debíamos ser enterrados con él,
porque íbamos a necesitarlo para el día de nuestra Resurrección. Que el
palito tenía que echar ramitas y las ramitas eran nuestros hijos
espirituales. Esta sería nuestra Misión, que habíamos sido escogidos y
que al presentamos a Dios, teníamos que presentamos con nuestros hijos
espirituales.
Después a continuación Juan
continuaba con una charla tipo retiro. El siempre decía lo mismo. Pero
comenzaba con una grabación muy bonita y muy bien hecha, dramatizada,
sobre "¿Dónde esta Dios?". El mensaje central de la grabación es que
Dios no se encuentra a través de las emociones ni a través del
sentimentalismo, sino a través de la entrega, la oración y el sacrificio.
Así se desarrollará la vida en la Misión, las ofensas y humillaciones
que Juan les haga a los promulgadores serán con el único propósito de
ayudarles, dándoles la oportunidad de crecer en las virtudes y en los
planos espirituales que explicaré más adelante. A través de la vida en
la Misión los promulgadores tendrán la oportunidad de entregarse al
servicio de Dios. Entregarse significa trabajar arduamente por las cosas
de Dios, en el caso de la Misión significa no descansar y ayudar con los
talentos que Dios nos dio a que la Misión salga exitosa con sus planes.
Juan hablará continuamente acerca de la entrega en todas sus charlas a
los promulgadores. Según él, un santo no descansa al servicio de Dios. A
través de la entrega el promulgador tiene la oportunidad de practicar la
virtud de la diligencia, importantísima virtud para alcanzar la santidad.
Diligencia significa realizar la mayor cantidad de obras en el menor
tiempo posible, contrario a la ociosidad que es una de las diademas del
demonio. Pero la entrega conlleva sacrificio y para lograr sobreponerse
al sufrimiento que causa el sacrificio es necesario mantenerse en
oración.
(O sea con el exceso
de trabajo impuesto se logra la fatiga, efectiva técnica de persuasión utilizada
con frecuencia en las sectas destructivas. Ver
Técnicas de Persuasión. En esta secta se enmascara o justifica detrás de la
excusa de la necesaria diligencia para lograr un alto nivel de santidad.)
La última narración que él realiza
durante el “día de la promesa” es una narración sobre la visión que él
tuvo cuando era niño, sobre el gran castigo que azotará a la humanidad.
El les habla del gran privilegio de los secretos confiados y les
recuerda a todos los promulgadores que entre lo que se le juró a Dios,
estaba incluido el que jamás divulgarían a nadie ni un detalle de esos
secretos. Inclusive, decía, que aún ningún ex-promulgador había
divulgado la visión apocalíptica que les narraré a continuación. El
siempre ha dicho que todos los promulgadores les tendrán que dar cuenta
a Dios por la promesa, la cual incluye nuestro compromiso en alcanzar la
Plenitud. El que llega a la Plenitud, goza del mundo de Dios
constantemente, llegará a participar de un mundo completamente
espiritual y no sufrirá la corrupción de la muerte. De ahí en adelante
todo promulgador mostrará gran inquietud por alcanzar la Plenitud. En
todas las charlas en la Misión, se repetirá constantemente, el que la
Santísima Virgen María, a través de su promesa nos dará las gracias
necesarias para alcanzar la Plenitud. “Yo daré las gracias necesarias
para la salvación, a todo aquel que en momentos de confusión promulgue
mi nombre como Madre del Verdadero Camino hacia el Padre… Plenitud y mi
promesa, Restitución del camino.” Todos creen que Juan posiblemente
alcanzó la Plenitud, él lo insinúa, pero no lo asegura. De ahí viene
todo lo relacionado con los planos espirituales.
Entrada a la Misión Al entrar en
el grupo de la Misión entre en un rigor disciplinario donde todo estaba
reglamentado. Como nuevo miembro uno comienza a verse sometido a una
serle de demandas que irán gradualmente incrementando. La intimidación
es bien constante dentro
de la Misión. Cada vez que se
falle, la persona comenzará a recibir sanciones, pero no sin antes haber
observado tales sanciones en otros y haberlas justificado, puesto que en
su mayoría esas sanciones vienen del vidente. Todos piensan que el
vidente está tratando de ayudarles a participar de los privilegios del
Cielo. Tenía que reunirme todos los lunes, sin excepción ni excusa y no
podía por nada del mundo llegar tarde. El que llegara tarde recibía un
castigo. El miembro de la Misión que faltase tenía que ofrecer una
excusa razonable, que seria notificado públicamente por la Columna a
cargo, a Juan. Si Juan no aprobaba la excusa, la Columna tenía que
llamar la persona hasta conseguirla y hacer que viniese, si la persona
rehusaba quedaba suspendida. Todo esto se hacía públicamente y la
persona quedaba avergonzada, como alguien que no estaba tomando la Misión con
seriedad y estuviesen medio engañando. La vergüenza era un castigo
merecido, pues no se podía engañar jamás a
quien todo lo sabía, Juan.
A veces, Juan Angel expulsaba
públicamente a un miembro, bajo la excusa humillante de que una manzana podrida
había que echarla para que no dañara a las demás. Si la persona había
cometido alguna falta (desobedecer, no entregar trabajos, faltar por no
tener quien cuidase de sus niños u otras excusas que no fuesen
razonables para Juan) el promulgador era castigado con la humillación de
ser "puesto a caminar". Este concepto era degradante y humillante era
una vergüenza para quien lo recibía. Los promulgadores se referían a
ellos como si fueran torpes, inmaduros espiritualmente, poseedores de un
yo bien grande y aunque tenían que continuar llevando a cabo todas las
responsabilidades que llevaban a cabo anteriormente, no podían
participar del privilegio de las reuniones de Misión, en las cuales Juan
impartía sus enseñanzas acerca de los misterios del mundo de Dios. Por
tales humillaciones, habían personas que no volvían, estas personas eran
consideradas no dignas del gran privilegio de pertenecer a la Misión.
Estar dentro del grupo y jamás
haber sido "puesto a caminar" era un orgullo; además Juan hace sentir a
todo el grupo de promulgadores fuertes y superiores espiritualmente a
las personas que no están en la Misión, porque hacen mucha más oración y
sacrificio que cualquier otro cristiano; porque dedican sus vidas al
propósito de Dios, que Juan les hace entender que es el propósito de la
Misión, el "Propósito Séptimo" del cual tanto habla. Igualmente nadie
puede rehusarse a cumplimentar cualquier encomienda por parte de las
columnas, como vender artículos, tickets para una rifa, realizar alguna
actividad, viajar o cualquier cosa que se pida en la Misión. El no
cumplir con las encomiendas significaría un acto de desobediencia, por
falta de crecimiento espiritual. Igualmente el más rápido que traiga
hijos a la Misión y en mayor cantidad, es más santo (entrega y
diligencia). Mientras más hijos espirituales mas virtudes, carisma y
santidad tiene la persona. Juan Angel sustentaba esta aseveración bajo las
premisas de que a nadie le gusta imitar o seguir a quien no admira y no
vive una vida ejemplar de mayor santidad. Que los grandes santos tenían
cientos de seguidores porque eran como el imán positivo que atraían,
contrario al negativo que repele.
Juan impone una gran presión en
conseguir hijos espirituales para la Misión, especialmente en todos los
que él no identifica como sus líderes escogidos. Si algún dueño de una
empresa, actor, cantante, persona de poder, fama o alto nivel económico
entra en la Misión, en muy poco tiempo se le verá trabajando en tareas
muy especiales mayormente administrativas y rápidamente el mismo Juan le
quitará hijos a otros si es necesario y para dárselos a este. De esta
manera ésta persona podrá concentrarse en trabajos de mayor tecnicismo e
importancia dentro de la Misión. Recibirá reconocimientos de parte de
Juan y termina trabajando y compartiendo con Juan frecuentemente. Juan
tratará a estas personas siempre con mayor respeto y admiración que al
resto del grupo. Casi siempre excusará su trato por la razón de que
estas personas son modelo de diligencia, virtud y santidad; por lo
tanto, usualmente terminan convirtiéndose en los grandes líderes de la
Misión.
Todos los que entran en la Misión
entran porque están motivados por agradar a Dios. Juan a través de sus
charlas elabora las premisas y sus justificaciones. La oración por otro
lado forja esperanza, provoca motivación y fomenta la Fe. Si esto es así
lo único que Juan necesita es convertir sus planes en los planes de Dios
y elaborar su justificación. Pero para lograr todo eso es necesario un
completo convencimiento de la autenticidad de las premisas. El
convencimiento acerca de la autenticidad de una premisa puede llevarnos
al sacrificio. La naturaleza de la creación nos lleva a evitar todo
dolor y sufrimiento. Para mantener el balance mental y con el propósito
de sobreponernos al sufrimiento que conlleva el sacrificio es necesario
aumentar el valor dado a la premisa inicial que nos llevó a actuar. Por
lo tanto, para Juan es importantísimo que todos crean en la aparición
sin la menor duda y por esto la oración y el sacrificio son de inmensa
importancia dentro de la Misión.
La influencia de la opinión de
Juan, su autoridad y las reglas de la Misión construyen la capacidad de
poder que él termina ejerciendo sobre todos los promulgadores. Todo
promulgador detestará tener que someterse a consecuencias o castigos,
pero los aceptará porque están convencidos de que lo recibido es por su
propio bien, con el propósito de mejorar. El moldea el comportamiento de
los promulgadores a través de reglas establecidas en la Misión.
Todos los “promulgadores” que no
obedezcan al pie de la letra los deseos de sus líderes, no cumplan con
las cuotas de dinero establecidas por la Misión e incumplan con
la consigna de llevar prosélitos al grupo recibirán castigos humillantes. Hay un
activismo desenfrenado y a través de los sacrificios el promulgador
aprende a
autocastigarse en busca de poder llegar al ideal impuesto; por ejemplo, se flagela,
hace ayunos a pura agua, obligatorios, es pesado semanalmente en una
báscula para evaluar si está o no haciendo los ayunos, tiene que llenar
un formulario semanal o bisemanal reportando sus oraciones, tiempo
dedicado a trabajos voluntarios para
la Misión sin derecho a recompensa alguna, tipo de sacrificio y
tiempo dedicado a tales sacrificios por el día, la noche y la madrugada. Uno de los castigos
humillantes, impuestos por parte del 'Cuerpo
Rector de la Misión' a los promulgadores, puede observarse en la foto a
continuación:
Testimonios
Secta Destructiva Misión
Secta
Destructiva 'Misión'
-página oficial en la web-
|